domingo, 20 de enero de 2013

SOBRE EL ORIGEN DEL PERRO

Este año se publicaba en Nature un nuevo estudio de Robert Wayne y Melissa Gray (Universidad de California) que afirmaba, una vez más, que la cuna del perro fue el Oriente Próximo, algo que, efectivamente, ya se había dicho desde hace décadas. En esta ocasión, este estudio desmentía lo que afirmó otro realizado en Stockholm, Suecia, sobre que el origen del perro estaba en China y que había un ancestro común para perro y lobo. Por lo visto, la diferencia entre ambos estudios estriba en que el último ha estudiado los marcadores del genoma externo y el otro estudió una pequeña secuencia del ADN mitocondrial.
El nuevo estudio comparaba casi un millar de perros de casi un centenar de razas y un par de cientos de ejemplares de lobo de razas de todo el mundo. Los perros comparten más marcadores genéticos con los lobos de Oriente Próximo (Irak, Siria, Jordania, Líbano). El estudio sueco quería hacernos creer que los primeros perros pudieron ser animales usados como alimento, lo que es más que absurdo… ¿imagináis a los hombres de entonces comiendo otros predadores en vez de ungulados y otras presas?...
Este estudio, como digo, no es nuevo para los cinólogos y para los que al perro nos dedicamos de una forma u otra. En Oriente Próximo surgió lo que conocemos como “civilización”, y ésta viene unida indisolublemente al perro y, antes, al lobo ¡sí, es así por muchas razones!; otro día os las contaré. Wayne y Gray estudiaron la variante de un gen que determina el tamaño, por eso de buscar la explicación sobre el origen lupino de perros del tamaño de una ratita… Pues bien, éste gen está relacionado con el lobo, como siempre se había dicho y yo mismo he publicado varias veces.
El gen mutó, como es lógico y también dije yo en distintas publicaciones, después de la domesticación de los perros. Posiblemente no tardó mucho por conclusiones a las que han llegado estudiando este gen. Debido a la protección humana, sobreviven muchas mutaciones que de otra forma no sobrevivirían y además los animales domésticos ya de por sí tienen un mucho mayor índice de mutación por la variabilidad de su medio, así que es muy fácil la aparición de diversas características morfológicas en los perros que les van alejando de las características naturales originales: fijáos que perros como los de las fotos que os pongo tienen su origen en el lobo y, en realidad ¡son la misma especie! ¿no parece increíble que esos dos perros de la foto siguiente sean la misma especie?. Los animales, al ser domesticados, tienden, genéticamente, por mutaciones y en un relativamente corto espacio de tiempo, a disminuir su tamaño corporal. Esto ocurre no sólo con perros.
Volviendo al asunto temporal, hay restos arqueológicos bien conocidos desde hace mucho, que muestran al perro con el hombre, ¡al perro!, en estrecho contacto, hace 12.000 añazos. Y perros aún más antiguos se han visto en registros arqueológicos eurosiberianos, con 13.000 y hasta 31.000 años. Y hay estudios y evidencias arqueológicas que indican que lobo y hombre tuvieron
relación desde hace 200.000 años. Es decir, ya antes de existir el Homo sapiens.

En fin. Lo que quiero recordar es, en resumidas cuentas, que el perro, y mucho más como hoy le conocemos, tiene su origen en la compañía con el ser humano, en una selección, tanto si fue pretendida como si no. El perro es y siempre fue un animal doméstico. Conserva, por supuesto, las raíces conductuales de su antepasado salvaje, con sus correspondientes adulteraciones, pero nunca vivió como él. Esto es más que evidente y es muy importante para comprender al perro y su relación con el ser humano. Últimamente he leído teorías muy “facilonas” pero sin ninguna base sólida ni lógica.
El nuevo estudio de la Universidad de California viene también a subrayar lo que es lógico contra las suposiciones meramente hipotéticas como la de Coppinger que, con todos mis respetos, no comparto y que os voy a dejar aquí ya que tengo un vídeo a mano. Si queréis véis los vídeos y los voy a comentar debajo.


Coppinger opina que los humanos no pudieron adoptar cachorros de lobo y que los lobos se transformaron en perros por sí mismos y sin intervención humana directa (aunque sí indirecta). Dice que el cachorro de lobo ha de ser adoptado antes de los 13 días de vida y que más tarde no puede ser “domesticado”. Esto, rotundamente, no es así, puesto que el troquelado en el cachorro de lobo, de hecho, dura hasta el mes y medio e incluso hasta los dos meses de edad. Hay muchos cachorros, y son de hecho la mayoría de los nacidos salvajes y posteriormente troquelados de los que yo haya tenido constancia, que fueron adoptados después del primer mes de edad. De todas formas, la limitación temporal del proceso neurológico del troquelado no es matemática. Según Coppinger, los hombres del Mesolítico no podían criar cachorros tan pequeños. Una teoría demasiado débil.
Coppinger dice que, analizando el comportamiento de los perros que viven en basureros, encuentra las claves de cómo pudieron sobrevivir los canes cuando el hombre se hizo sedentario. Esta es una hipótesis realmente débil y arriesgada. Según él, los hombres del Mesolítico dejarían residuos de los cuales vivirían ciertos grupos de lobos y los menos tímidos para vivir más cerca del hombre, fueron los que pudieron vivir de las basuras. Coppinger debe imaginar tremendos basureros humanos ya hace 10.000 años. Yo no.
Y habla, sorprendentemente, de dos grupos genéticos: los que huían del hombre y los que no. Esto es una insensatez puesto que en la timidez al hombre juega un importante papel el troquelado (un lobo troquelado es tan cercano al hombre como un perro) y la timidez (o la “distancia de fuga” como se dice en el documental) genética es dominante en los perros y es una de las características genéticas del temperamento contra la que luchamos todos en la selección de los perros. Es decir, no tiene nada de particular: cualquier perro no troquelado tiene la misma timidez al hombre que un lobo; cualquier lobo troquelado puede ser tan cercano al hombre como un perro; y, por último, cualquier perro puede ser genéticamente tan tímido como un lobo.
Cuenta que el “protoperro” evolucionaría sólo por dedicarse a carroñear restos humanos. En fin, si esto fuera así ya habrían surgido bastantes “especies” nuevas a partir del lobo o bastantes “protoperros” puesto que hay poblaciones de lobos salvajes que, desgraciadamente, viven en lugares muy humanizados a costa de carroñas e incluso de vertederos. ¡Y no digamos de zorros!. Según todo esto, parece que el perro no es un predador y están bien equivocados ¿o no?. Dice también que el cuerpo el “protoperro” se redujo… pero tenemos perros que pesan el doble que cualquier lobo.


Dimitri Belayev, en un experimento que realizó en los 50 con zorros árticos en cautividad, comenzó seleccionando para la cría los más dóciles descartando a los que tenían carácter agresivo (por otra parte, no cuenta si esta agresividad hacia él, que se limitaba a introducir una mano enmangada en la jaula, estaba o no influenciada por una falta de impronta al ser humano). Esto no es nada sorprendente. El carácter se hereda como el color de los ojos. Y, efectivamente, lo que le sorprendió fue que empezaron a aparecer nuevas variedades de color en el pelaje de los zorros; pero esto tampoco es tan sorprendente. Desde luego, cuando está seleccionando una serie de características, permitiéndose (queriéndolo o no) que sobrevivan mutaciones (unas manifestadas fenotípicamente y otras no), es sencillísimo que aparezcan nuevas variedades en pocas generaciones y estas se vayan diversificando. Incluso aparecieron orejas caídas, según cuenta, lo que también es perfectamente viable. Así sucedió con el perro. Y con los conejos. Y con las ovejas, los caballos, las vacas y todos los animales domésticos. Se atreve Coppinger a decir que Darwin estaba equivocado; decir eso es tremendamente insensato. Dice que estaba equivocado porque la aparición fenotípica de estas mutaciones fue muy rápida y según Darwin habría tenido que ser paso a paso. Creo que Coppinger debería de leer mejor lo que Darwin escribió para no hacer interpretaciones alocadas de lo que el gran sabio contó.
Y no es que la selección de la docilidad como carácter genético repercuta en el aspecto general del animal. Cierto es que muchos genes van unidos a otros, y que incluso genes que determinan colores van unidos a vías metabólicas que pueden afectar al tamaño o al temperamento (y esto se conoce como "efectos pleiotrópicos"), y por ahí hay algún estudio que muestra alguna relación genética entre el pelo largo y una osamenta más poderosa en el pastor alemán e incluso particularidades del carácter; pero el ser más dócil o menos (en lo que al componente estrictamente genético se refiere y no hablemos ya de la influencia del medio) no va intrínsecamente unido a ninguna característica morfológica. Lo que sucede es que, como comenté antes, la propia selección (en este caso de la docilidad, pero bien podría haber sido de cualquier otra característica psíquica o física, como por ejemplo, la no-docilidad mismamente) y la propia protección proporcionan un ambiente idóneo para la aparición de muchas mutaciones que se manifiestan fenotípicamente. Seguramente, de haber seleccionado lo contrario (la agresividad o la no-docilidad) habrían aparecido cambios morfológicos, posiblemente los mismos. Los criadores de perros saben bien de qué estoy hablando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario