domingo, 20 de enero de 2013

MOLOSOS DE MONTAÑA 1ª PARTE. INTRODUCCIÓN


En la tarde otoñal, la niebla comienza a acariciar las laderas del valle entrelazando su húmeda blancura en el laberinto multicolor del bosque. Del misterio de la foresta, surge la melodía milenaria de las esquilas. Ese sonido cuya cadencia le dice al pastor, e incluso al perro, no sólo dónde se encuentran las ovejas sino también si están solas, si están tranquilas, si pastan o se desplazan con nerviosismo. Ese sonido que es, para quienes lo hemos vivido, para quienes alguna vez fue el arrullo de nuestras jornadas, un regalo para los sentidos, asociado en el recuerdo con la atmósfera límpida, las extensas soledades, los aromas silvestres y un añorado sentimiento de libertad.
Son esos fríos atardeceres del otoño y del invierno cuando, transformados en cómplices del manto de niebla que todo lo oculta y lo confunde, pueden aparecer los lobos como fantasmas, irrumpiendo en el rebaño y arruinando el trabajo y la vida de los pastores.
Mas no pretendo alimentar la negra y nefasta leyenda que tanto daño ha hecho al lobo. El lobo es un cánido, un predador social, que tiene que aprovechar las circunstancias más fáciles para poder llevar a cabo aquello para lo que la naturaleza le ha dotado para sobrevivir: la predación. Fue gracias al lobo como el hombre descubrió la ganadería. Fue gracias al lobo como el hombre pudo perfeccionar sus métodos de caza. Y fue gracias al lobo como el hombre pudo engendrar a su mejor compañero, el perro.
El perro fue el primer animal doméstico del hombre. Con él pudo dominar a las reses y transformarlas en ganado. Pero una vez adueñado del ganado, el hombre lo quiso para sí solo. La ganadería supuso un punto de inflexión en la Historia de la Humanidad. Aquél cambio que el lobo y, después, su descendiente el perro, permitieron al hombre, iba a llevarnos por derroteros insospechados y conformaron las sociedades humanas que hoy conocemos. Así que incluso quienes tanto detestan o se indiferencian ante el perro o el lobo, deberían conocer hasta qué punto tuvo influencia en su forma de vida este relación con los cánidos. Pero hay algo más. La Revolución Neolítica no hubiera sido posible sin la protección del ganado que tan valerosamente ejercieron unos grandes y poderosos perros. El pastor de mi tierra y el pastor de toda zona de tradición lobera ha de contar con dos tipos de perros en el rebaño: el pastor o carea, aquél que guía y dirige el rebaño; y el mastín, el guardaespaldas protector. Los grandes mastines que han protegido los bienes más preciados del hombre desde los orígenes de la Historia hace miles de años. Engendrado pues, el perro, el hombre lo puso en contra de su ancestro salvaje, el lobo. Pero ¿en contra?. En el próximo capítulo veréis que quizás no.

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