Los mastines euroasiáticos
sirvieron para proteger del lobo y de otros predadores (osos e incluso
leopardos en las zonas más orientales, así como de otros humanos) el
bien más preciado del hombre, que significaba su sustento, el ganado.
¡Menuda traición forzada!. El perro, engendrado por el hombre a partir del lobo, iba a ser troquelado en el seno de los rebaños para convertirse en oveja disfrazada de can.
Un
perro especialmente poderoso, con una corpulencia fuera de lo natural,
dominante y combativo, que es como debe ser para que pueda realizar este
servicio con plena eficacia, vivía entre las ovejas y las protegía como
su familia. El lobo había sido traicionado. El hombre, valiéndose de él
para dominar los rebaños de ungulados, además lo había usado para crear
al perro, un hijo humano del lobo y, por si fuera poco, ahora usaba al
perro en su contra. Pocos lobos son tan osados de enfrentarse a un
rebaño bien protegido y, de hacerlo, se arriesgan a salir malparados en
el intento, que siempre será frustrado.El lobo ha sido perseguido duramente. Ha sido extinguido de regiones y países enteros. Y allí donde ha desaparecido, han prescindido de los mastines y olvidado su legendario valor; cuando el lobo ha podido regresar de nuevo, olvidado ya el mastín, el ganadero se ha visto desprotegido. Pero el lobo también. Y en esos lugares sin mastines, el lobo ha sido perseguido con más saña. Por eso, no cabe duda de que el mejor aliado para la conservación del lobo es el mastín. El recuperar la tradición de su milenario uso significa regresar a la armonía entre el hombre y la naturaleza.
David Nieto Maceín.
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