En
mayo de 2009, Kajsa Aurell y yo fuimos enviados por Jane Goodall I. a
África como naturalistas para desarrollar un proyecto medioambiental.
Desarrollamos nuestro trabajo principalmente en la región de Casamance,
en Senegal y al sur de Gambia, en zonas fronterizas con Guinea Konacri y
Guinea Bissau. Allí convivimos con la etnia diola, cuyos perros me
llamaron poderosamente la atención por su homogeneidad. Evidentemente,
los perros diola, como los he dado en llamar, son una raza perfectamente
consolidada. Y consolidada de forma natural, primitiva, tal y como se
consolidaron razas tan ancestrales como el podenco, el basenji o el
propio dingo, con las cuales comparte, curiosamente, muchas afinidades,
al menos, en su morfología.
En la foto
siguiente, perros diola en un poblado de Casamance. Obsérvese que la
punta de la oreja es cortada en edad temprana en evitación de molestas
infecciones por el ataque de diferentes parásitos.
Los
perros de los diola vagan libremente por los pueblos de la región.
Algunos se mezclan con otros perros mestizos pero se mantiene claramente
la línea de un tipo racial característico. Son perros sumamente
equilibrados y sociables pues los diola no permiten en sus pueblos
animales problemáticos. Los niños, que vagan, como ellos, libremente,
juegan con los cachorros desde muy pequeños. Se mueven ágilmente, como
los dingos y como cualquier cánido salvaje, con un trote que les permite
casi un flotar sobre el terreno. Sumamente
rústicos y resistentes, están adaptados a la extrema aridez de la
sequía africana y a la humedad de la estación lluviosa. Se desenvuelven
con facilidad bajo el calor aplastante y la vegetación reseca en un
terreno áspero y pedregoso. Desgraciadamente, se alimentan de aquellos
restos que encuentran en sus pueblos mas los cadáveres de peces y otros
animales que aparecen en las playas, lo que les hace ser sumamente
parcos en la alimentación como no podría ser de otra manera. En la foto
siguiente, una perra lactante se alimenta desasosegadamente en el
cadáver de una tortuga marina varada mientras los buitres esperan su
turno. No
se puede decir que sean perros abandonados; simplemente, son libres.
Tampoco sé si se puede decir que tengan dueño. La gente del pueblo les
aprecia pero ellos, normalmente, acompañan a cualquiera. No así en el
perro diola de las dos imágenes que siguen, que acompañaba a su dueño en
la recolección del vino de palma.
Estos
perros son el cajón de sastre de la etnia diola, pero principalmente
les utilizan para la caza. Acompañan a los habitantes del poblado en un
tipo de caza primitivo, similar al de nuestros podencos mediterráneos.
Los perros diola libran al poblado de las ratas; estas podrían ser un
foco muy importante de enfermedades en estos pueblos.
Curiosamente,
el mismo tipo de perro lo encontré a gran distancia de la costa
atlántica de Casamance, en los confines del Senegal sudoriental, en los
poblados de la etnia fula de la sabana arbolada al pie de las montañas
boscosas de los Bassari. En esta foto muestro unos perros increíblemente
homogéneos, muy similares a podencos y con el primitivismo del propio
dingo, que acompañaban de caza a un par de niños que nos encontraron en
un aprieto tras pincharse nuestras bicis en medio de la sabana. Se
podría decir, entonces, que este tipo de perros ocupa, al menos, quizás,
toda la franja sur del Senegal. La
constitución morfológica del perro diola recuerda a la de los perros
primitivos que han acompañado al ser humano desde el origen de los
tiempos. De osamenta ligera, un tanto "agacelado", y sobre todo llama la
atención su capa de pelo corto, fino, suave, brillante, principalmente
de un llamativo bicolor rojo y blanco si bien algunos ejemplares pueden
ser atigrados, con calcetines y corbata de un blanco intenso. La cola
larga, muy móvil, la llevan normalmente alta cuando se desplazan siendo
muy llamativa la punta blanca, algo importante cuando buscan en la
foresta las especies presa de los hombres. La altura a la cruz ronda los
45-50 cm con un peso aproximado de 10 a 15 kg.
David Nieto Maceín. Göteborg, Suecia.
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