El otro día alguien me hablaba de
su desconfianza hacia el trabajo de los perros de terapia. Se refería al
trabajo en sí que un perro de terapia ha de desarrollar. Quizás se deba
a un desconocimiento de todos los campos en los que un perro de terapia
puede trabajar, pues desde los trabajos que está realizando la Fundación Bocalán en Chile
en procesos judiciales con niños víctimas de abusos a los que puedan
hacer, por poner un ejemplo, los perros que trabajan con ancianos, o los
que realizan con niños en diferentes situaciones, hay una multitud de
diferentes tareas que el perro ha de ser capaz de realizar y que son las
que sirven de apoyo para el proceso terapéutico y que requieren un
complejo entrenamiento u otro. Pero lo más importante es que el perro
tenga un temperamento determinado, algo que en realidad tiene un claro
componente innato.
Hoy
os voy a presentar un caso muy bonito y especial que empezó con una
historia triste y dura. Se trata de un niño de 5 años llamado Owen
Howkins y su maravilloso perro Haatchi. Owen padece un mal, genético,
rarísimo, el síndrome de Schwartz-Jampel, que le lleva a tener diferente
masa muscular e irregularidades en articulaciones, anormalidades en los
párpados y en la apariencia facial, además de una constante rigidez
muscular entre otras cosas. Así Owen ha ido creciendo. Mientras tanto,
Haatchi, su amigo del alma, fue un cachorro maltratado. Atado a una vía
de tren cuando apenas era adolescente, vio como el tren se le echó
encima y a pesar de estar atado adrede para ser arrollado, pudo esquivar
la muerte, pero el tren le destrozó una pata trasera y el rabo. Quedó
allí y, abandonado, atado junto a esa vía, se enroscó esperando el
final. Alguien lo sacó de ese infierno. Le tuvieron que amputar la pata y
el rabo. Supongo que no merece la pena pensar qué pensará el
maltratador que le dejó en aquél lugar.
El
padre de Owen adoptó a Haatchi del refugio donde estaba alojado y le
proporcionó a su hijo y al perro el más bonito regalo del mundo. Owen no
quería ir a la escuela, no quería salir a la calle. Consciente de sus
diferencias, se aisló socialmente. En el momento en el que conoció a
Haatchi, su vida cambió.
Ahora quiere hablar con todo el mundo sobre Haatchi y se ha aficionado a las exposiciones caninas.
Haatchi,
que ha completado una formación como perro de terapia, está pendiente
del niño en todo momento y no se separa de él. Tal ha sido el impacto
positivo en Owen, que Haatchi ha recibido un galardón del IFAW, Fondo
Internacional para el Bienestar Animal (International Fund for Animal
Welfare), siendo reconocido como Animal del Año. E incluso ya está
trabajando en terapias ayudando a otras personas como trabajo
"profesional".
Para
Owen la vida ha cambiado y el haber conocido a Haatchi no lo cambiaría
por nada del mundo y a esto le llevó su condición. Por tanto, Haatchi le
ha permitido aprender que al final lo importante en la vida no es ser
de una forma u otra sino aceptar cómo uno es, con sus limitaciones y sus
posibilidades, y eso constituye la llave de la felicidad. Al
final los sabores de la vida, que es lo que cuenta, los puede palpar él
también si su estado anímico es positivo. Por eso, Haatchi ha llevado
la felicidad a este niño y a toda su familia, y esta familia ha hecho
feliz a Haatchi. ¿Hay algo más grande que todo esto?.Por David Nieto Maceín.
maravilloso, Es increible como noticias como estas pasan desapercibidas mientras que otras, cargadas de vanalidades tienen miles de comentarios.
ResponderEliminarhermoso, lleno de valentía y de AMOR!! EL AMOR NOS HACE GRANDES.