En otras ocasiones os hablé de héroes caninos como Turco, que fue
abandonado y maltratado y que después salvó tantas vidas humanas o como
Track, desahuciado por viejo y a punto de ser sacrificado y que después
salvó la vida de la última superviviente del 11 de septiembre.
Perros que demostraron no sólo su valía insuperable, sino sus
cualidades, permítaseme, perfectamente morales; su equilibrio, su
nobleza, su bondad, su falta de rencor, su inconmensurable cariño. Hoy quiero recordar a otro de esos héroes caninos. Como Turco, también era un labrador retriever.
Cuando sucedió el atentado del World Trade Center, Jake fue enviado
allí como perro especializado en la búsqueda de personas sepultadas bajo
escombros. Fue en aquél lugar, la Zona Cero, donde muchos perros, como
el mismo Track y éste Jake, demostraron ser héroes y, arriesgando su
vida y dañando su salud a veces de forma irreparable, salvaron muchas
vidas humanas. En
numerosas catástrofes intervino el olfato irreemplazable de Jake y ese
afán por agradar a su guía, amiga, madre, compañera inseparable, Mary
Flood. Juntos, en armonioso equipo, salvaron muchas vidas. Tras el
Huracán Katrina y el Huracán Rita, en 2005, allí estuvieron. Jake fue
condecorado, como lo fue Track. Fue reconocido como héroe, laureado y
homenajeado. Y no era para menos porque Jake, como lo fue Turco, cuya
historia os conté en una ocasión, también fue un perro abandonado; un
perro de la calle. Con
10 meses de edad vagabundeaba, desahuciado, abandonado por su dueño,
herido por todo el cuerpo, con una pata rota y la cadera dislocada. Su
dueña, Mary, que trabajaba en Utah en un equipo de rescate, lo sacó de
un refugio aún con la cadera dañada y le entrenó llevándole a superar la
certificación estadounidense de "perro de rescate de las Montañas
Rocosas", siendo certificado como perro de avalancha, de búsqueda en
grandes áreas y en agua. Y, de esta forma, de ser un perro abandonado y
maltratado inmisericordemente por humanos, se convirtió en un salvador
de vidas humanas de prestigio mundial. Y no sólo eso, sino que además
Jake trabajó como perro de terapia asistida. Desde 1997 a 2006 prestó
sus insustituibles servicios a esta labor de salvar vidas buscando gente
perdida en la naturaleza, en grandes áreas salvajes, para la Federal
Emergency Management Agency, aunque también en escombros y, por
añadidura, ayudando con su apoyo en terapias.
En
2006 tuvo que jubilarse debido a un cáncer que le llevó a la muerte al
año siguiente, cuando tenía 12 años de edad. Aunque no se sabe con
certeza, se piensa que pudo desarrollar esta enfermedad tras su largo y
peligroso trabajo en la Zona Cero, más de dos semanas de trabajo
intensivo y continuado, tras los atentados del 11 de septiembre.
Las cenizas de Jake Flood fueron esparcidas por las zonas que habían
sido importantes para él, como los campos donde solía entrenar con su
dueña y el río donde tanto disfrutó nadando. Mucha gente le debe la
vida.
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