miércoles, 23 de mayo de 2018

ADIESTRADORES CANINOS… AYER Y HOY.



De muy niño, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, respondía: “Félix Rodríguez de la Fuente”. Más adelante, aún siendo niño, además del sueño de trabajar con fauna salvaje, quería ser adiestrador de perros. Era un aficionado absoluto y total a los perros gracias a mi abuelo (que sigue vivito y coleando). Leía todo sobre los animales y los perros, especialmente sobre su conducta. Tenía una biblioteca llena y uno de mis libros era “Cuando el hombre encontró al perro”, del gran etólogo Konrad Lorenz. La etología era mi pasión. Era como el ser naturalista… uno lo era cuando lo era de verdad… sin necesidad de validaciones externas. Y era Félix R.de la Fuente quien me dirigía a la etología.

Adiestradores había muy pocos. Eran gente muy “perrera”, que sabía manejarse con cualquier perro. Se buscaban la vida y se formaban habitualmente en Alemania y de forma autodidacta, pero eran muy duchos. Algunos pecarían de rudos, aunque eran otros tiempos. Yo estaba asociado a un grupo de adiestradores, y era el único niño pero iba a los campeonatos, aprendía de ellos y, sobre todo, de los perros, de los que siempre me acompañé. Devoraba los libros que había entonces, libros en blanco y negro, me empollaba la revista de actualidad -que entonces era muy técnica- y me imaginaba en sueños dirigiendo una de esas escuelas con sus obstáculos y sus mandangas. Era un niño raro porque en aquél entonces no había casi niños con estas aficiones. Lo que hoy viene siendo un friki. A los otros les gustaban los coches y el fútbol. Con 13 años hacía ya mis pequeñas exhibiciones de adiestramiento canino con mi perra Siba. Hasta que, al final, cumplí el sueño de formarme como adiestrador. De eso hace ya más de 25 años y yo no era aún ni veinteañero.

La formación era larga, dura y costosa. No entrabas a formarte sin tener previamente conocimientos básicos sobre perros porque entonces no pintabas nada allí; era una formación vocacional de apasionados (o frikies como se dice ahora). Un año duraba la formación para lo que se consideraba ser un novato con cierta base con la que poder arrancar. Un año en el que me mudé a Madrid para formarme en la única escuela de formación profesional que existía (lo que hoy tiene su continuación con la EFPC) y que abrió Nacho Sierra. Un año que dediqué al 100% a esta formación. Las mañanas para estudiar, ir a la escuela canina “De la Sierra” a entrenar con mi perro Kazán o trabajar con los de los clientes con el adiestrador Jesús Moreno Portland y el maestro Nacho Sierra, o incluso en las perreras, donde tanto se aprende; y, las tardes de todos los días, las dediqué a ir a las clases teóricas y prácticas. Presenciales, por supuesto.

Tras ser validado por un tribunal serio y muy exigente de renombrados adiestradores que no te conocían y que te podían catear sin ningún temblor en su pulso, empezabas tu nueva vida profesional… siempre continuando con la formación pues eras, sí, adiestrador, pero NOVATO. Guiado en todo momento por tus mentores (en mi caso los maestros Nacho Sierra y Amando Diego, que es de mi familia e instructor de la Fundación ONCE del Perro Guía), arrancabas tu vida profesional con mucha humildad y adiestrabas perros de particulares que tenían problemas más o menos complejos, y muchos perros de seguridad personal o profesional que entonces hacíamos. Después abrías tu centro canino, que era el único de la Comunidad Autónoma entera, y seguías creciendo lentamente en tu experiencia trabajando con cientos de perros durante años y formándote con múltiples cursos en diferentes modalidades y con distintos expertos…

Un día, de pronto, tras años de experiencia, te veías capacitado para cualquier cosa. Ya habías trabajado en muchas o casi todas las modalidades, habías visto suficientes perros y dueños como para atreverte con todo… en fin, que ya te considerabas de verdad un ADIESTRADOR DE PERROS. La verdad es que echo de menos cuando la profesión era otra cosa. Era tan respetada la profesión que nos daba vergüenza ponernos delante de profesionales consagrados; como en el arte y la ciencia.

Todo esto viene a colación de mi indignación y bochorno de hoy al ver el anuncio de un curso de formación de EDUCADOR CANINO de una duración de 5 días. Si fuera de un mes también me habría indignado. Si fuera de tres meses hubiera pensado que es un engaño creer que uno queda formado. Si fuera de seis meses habría pensado que esos no podían ser considerados profesionales… Pero una formación de 5 días me da VERGÜENZA AJENA. Si una persona quisiera trabajar profesionalmente regando plantas necesitaría más tiempo de formación que cinco días. Una persona que limpia portales necesita más de cinco días seguramente también. Cualquier cliente que acude a mí (y supongo que a cualquier otro) con un problema con su perro tiene inconmensurablemente más conocimiento y recibe más formación que la que puedan recibir en esa formación de “educadores caninos”. ¿Con qué cara voy yo ahora a atender una consulta con un cliente que tiene un problema con su perro, cuando puede pensar que he podido recibir formación basura y que hace una semana yo no tenía ni pajotera idea y que él tendrá más experiencia con perros que yo? Ahora entro en las casas de los propietarios pensando en si pensarán que soy otro mendigo de la formación rápida que me dedico a esto porque no he tenido otra cosa o no he sabido hacer otra cosa. ME INDIGNA, ME CABREA, ME ABOCHORNA Y ME ASQUEA.

Empezó el s.XXI y envilecieron la profesión. Le perdieron el respeto. Ahora cualquiera puede ser “adiestrador”, aquello que entonces era una profesión extraña pero respetada. Títulos de “Educador canino”, “Entrenador canino”, “Monitor canino”… surgieron por doquier… Esto empezó a ser el coño de la Bernarda. Y ha ido degradándose hasta el extremo… como una patraña especulativa en la que existe una oferta de formación profesional desenfrenada e irracional, muy alejada de la realidad de la demanda. Hay alumnos que seguidamente a su formación –que incluso puede ser ultrarrápida- se montan cursos de formación profesional. Es decir, no es que trabajen con perros de particulares sin estar preparados sino que se atreven a formar a supuestos profesionales. Tal es el grado de falta de respeto por la profesión. Que yo recuerde, empecé a formar profesionales sólo cuando ya llevaba 18 años como adiestrador profesional y cientos de perros trabajados y me llamaron y reconocieron para ello (que tampoco fui yo quien tuve la prepotente ocurrencia, quiero decir).

Así, tenemos supuestos adiestradores que están siendo requeridos por propietarios particulares para solventar problemas con sus perros, que se han pseudo-formado rápida y dudosamente con también supuestos adiestradores (educadores, entrenadores, monitores, que ahora se usan muchos nombres) que, a su vez, se acababan de pseudo-formar. Cualquier dueño de perro particular que haya pasado por mis manos tendrá, sin ninguna duda, más conocimiento y formación que estos supuestos profesionales (que para mí desde luego no lo son).

He llegado a leer un mensaje de este tipo: “¿Por qué no te haces el curso de educador canino en vez de llevar a tu perra a educar?”. Total, lo mismo le lleva menos tiempo… ¿Para qué llamar al fontanero para que te arregle un chaperón si puedes sacarte el título de fontanero? ¿Para qué ir a arreglarte la muela cuando puedes sacarte el título de dentista? ¿Provocan risa estas preguntas? Pues en esta profesión ESTÁ PASANDO.

De pronto me dice una peluquera canina: “Yo tengo el título (de educadora canina)”. Pero ¿Qué título? ¿Acaso existe “el título”? Un certificado que le dieron en alguna escuela privada por haber asistido a un curso que ellos organizaron y que llamaron “de educador canino”. Pero ¿qué seriedad es esta? ¿No es BOCHORNOSO Y VERGONZOSO? Se envilece la profesión. Espero que se comprenda; se deshonra, se humilla, se degrada, se denigra, se corrompe, se pervierte, se desacredita y se vicia. Está la Administración también pagando a “Escuelas de formación profesional” de adiestradores para que den formación a parados, que la reciben gratuitamente. Más formación basura recibida por personas sin ningún interés especial para ello. Más falta de respeto a una profesión que, según pintan hoy día, puede realizar cualquiera.
En el año 1992/93 ya Nacho Sierra intentó, seriamente, que fuera reconocida de forma oficial aquella formación que entonces reconocía y oficializaba el Consejo General de Colegios Veterinarios de España. Pero finalmente, por intereses que no llego a comprender bien, quedó en agua de borrajas. Y claro, ahora es imposible regular esto en condiciones porque hay quienes defienden métodos concretos (yo no y cualquier adiestrador profesional de verdad tampoco debería), y estos que defienden ciertos métodos concretos tienen mano en las Administraciones que podrían coordinar una regulación que les beneficiase a ellos por encima de los que no defiendan esos métodos; por lo tanto, ahora habría que definir cómo se imparte la formación, qué método es el adecuado si es que lo hay, y quién tiene capacidad y formación pedagógica para ser profesor, algo que a estas alturas es un imposible. Imposible también porque hay empresas potentes que podrían acaparar la formación y convertirla aún en algo más impuro y alejado del perro (incluso formación a distancia, que existe, aunque parezca mentira).
En estos años también se puso de moda el etólogo y también se confundió la definición del mismo. A mí me llaman como etólogo para resolver problemas de perros y siempre respondo: te respondo como adiestrador, no como un etólogo. Mi trabajo con la etología se refiere a investigación de conducta de fauna salvaje en su medio natural y no tiene absolutamente nada que ver con los perros. Está más relacionado con mi vocación de naturalista. Desde que la etología clínica se puso de moda, se liaron los términos. La Etología Clínica es una especialidad de la Veterinaria para tratar los problemas conductuales caninos y se cursa en un máster universitario. Claro que algunos hay que no manejaron un perro nunca, hicieron el máster, de formación teórica, y se convirtieron en etólogos clínicos, poniéndose a trabajar inmediatamente con problemas de conducta en perros y con todas las de la Ley.  
Aunque quizás sea peor un adiestrador que no sepa ni escribir bien y que ponga faltas ortográficas en su publicidad; esto puede parecer una sacadura de quicio por mi parte pero en la Universidad por cada falta te restan puntos. Porque… ¿Qué seriedad se le está dando a la profesión? ¿No habría que tener un filtro riguroso? Estamos ante una verdadera burbuja especulativa de la formación canina.

2 comentarios:

  1. Hola David. Nos conocimos este marzo pasado en Argentina.
    Entiendo a lo que te refieres, aquí pasa lo mismo, títulos no oficiales de super adiestradores en muy poquito tiempo, es terrible, porque la gente sale muy mal formada y hace unos líos tremendos con los perros. Al problema que ya tenían, no solo los empeoran, sino le agregan nuevos y usan métodos erróneos con conceptos totalmente amañados.
    A esto sumale las app (aplicaciones para móviles) de adiestramiento que también existen, aunque no lo creas. Hace pocas semanas me llego un mensaje de una clienta que me pedía ayuda con su perro y me confesaba que había probado desde ejemplos de programas de televisión , hasta aplicaciones del celular y nada había funcionado. Increíble.
    Esperemos que tanto allí como aquí, esto se pueda solucionar y poner más serio, ya que es una profesión hermosa.
    Saludos. Sé que vuelven en Octubre a la Argentina, así que ¡los esperamos con ansias!

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  2. Perfecto no se puede expresar mejor

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