El sentido del olfato de los perros es de 10,000 a 100,000 veces más poderoso que el del primate humano, según dicen los científicos. El que fue director del Instituto de Investigación Sensorial de la Universidad de Florida, que hizo una estimación científica al respecto, dice que si el olfato canino fuera "sólo" 10.000 veces superior al del humano, haciendo una analogía con la percepción visual -ya que el ser humano, como primate, es eminentemente visual y es lo que nosotros podemos comprender mejor- lo que nosotros vemos nítidamente a 500 metros ellos lo podrían ver igual de nítido a 5 km.
Los perros son capaces de detectar algunos olores en partes por trillón. Como explica Alexandra Horowitz, sería como poder detectar una cucharadita de azúcar en dos piscinas olímpicas juntas. O una manzana pocha en un depósito con dos millones de barriles de manzanas. Por eso un perro de narcóticos detectó un recipiente con marihuana metido en un tanque de gasolina, o un perro de detección biomédica es capaz de detectar una pequeña fracción de células cancerígenas, algo que sólo una biopsia meticulosa es capaz de conseguir. ¿Os habéis dado cuenta de que cuando un perro sigue un rastro lo hace en la dirección correcta y no en la contraria? Esto es porque es capaz de detectar diferencias infinitesimales de moléculas olorosas. Cada paso de un rastro tiene un poquito menos cantidad de moléculas olorosas que el siguiente. El perro va siguiendo la dirección de la mayor cantidad de moléculas olorosas. Por eso es capaz de detectar si el rastro es viejo o nuevo, además de otra ingente cantidad de información (de quién parte el rastro, su velocidad, su sexo, su situación social e incluso emocional, etc). Además, el perro aprende mejorando su rastreo ante los cambios que produce el viento, la humedad, olores que se mezclan, y otros factores.
¿Por qué es así de poderoso? El perro, subespecie doméstica de Canis lupus, tiene hasta 300 millones de receptores olfativos mientras que el ser humano, un primate hominoideo, eminentemente visual, tiene 6 millones de receptores olfativos. El cerebro del perro ha evolucionado para la percepción olfativa y por eso la parte que dedica a este sentido abarca una superficie proporcionalmente 40 veces mayor a la nuestra. Además, al contrario que nosotros, que olemos y respiramos por las mismas vías respiratorias, ellos separan las dos funciones. Para esto tienen un pliegue de tejido que permite que el aire tenga dos vías diferentes: una para el olfato y otra para la respiración. El aire que pasa por la vía olfativa va a los cornetes, que filtran las moléculas olorosas según sus propiedades químicas.
El camino rojo es el que sigue el aire a zonas olfativas y el camino azul es el camino que lleva a los pulmones.
La zona amarillenta muestra los cornetes, donde se filtran las moléculas olorosas. Las zonas respiratorias en rosa.
Incluso pueden detectar rápidamente de dónde viene un olor porque pueden mover las dos fosas nasales de forma independiente. Además, tienen el órgano vomeronasal o de Jacobson, que recoge feromonas que aportan gran cantidad de información. Esta información no se mezcla con las moléculas olorosas porque el órgano vomeronasal cuenta con sus propios nervios que conducen a una parte del cerebro dedicada a procesar esa información.
Cuando se habla de si los perros se reconocen a sí mismos o no ante el espejo, yo siempre digo que lo hacemos así precisamente porque nosotros estamos condicionados por nuestra limitación innata de seres visuales. Esto no nos permite darnos cuenta del alcance real de la importancia que tiene el estudiar estas características desde una perspectiva perceptiva totalmente distinta. Cada perro tiene su propia identidad olorosa y así se reconoce y reconoce los objetos con los que tiene contacto. Además, reconoce individualmente a los demás por su olor propio.
Esto es crucial en su comunicación e interacción con los demás. Su memoria olfativa es gigantesca y recuerdan el olor de los individuos de su grupo, perros o humanos, de por vida.
Dicho esto podremos comprender que solemos someter a nuestros perros a vivir en unos ambientes terriblemente aromatizados para ellos. Perfumes, ambientadores, desinfectantes, etc. Cada vez que salen a la calle, los perros de ciudad también son sometidos al fuerte olor de la contaminación de los vehículos, por ejemplo. Por eso hay clínicas veterinarias que están usando desinfectantes que no tienen químicos tan fuertes, como el peróxido de hidrógeno, también diseñados para que los perros se tranquilicen en estos lugares donde suelen detectar las feromonas que comunican que otros perros han tenido miedo allí, poniéndoles en alerta. Por eso también, cuando dejamos solo a un perro o le dejamos en una residencia o en un lugar ajeno, el dejarle su manta y una prenda nuestra puede resultarle más familiar y tranquilizador.