Hace poco
escribía llevado por mi indignación al ver cómo la gota colmaba el vaso: se
anunciaba una formación profesional de “Educador canino” de cinco días. Algo
que contaba que me producía una tremenda vergüenza ajena y un bochorno
insoportable. Vergüenza porque cuando te llama un propietario con un problema
con su perro ya no sabes si se te recibe con el antiguo respeto al profesional
de este campo, que SABE y tiene experiencia, o como a un personajillo que recibió
cuatro indicaciones en un cursillo.
Como contaba,
se ha perdido el respeto a esta profesión, que se ha envilecido. Cualquiera
puede ser “adiestrador”. La formación, no reglada, se ha degradado hasta lo
insospechado en los últimos años en una patraña especulativa en la que la
oferta de formación profesional desenfrenada e irracional supera ampliamente a
la demanda. Es decir, hay más “adiestradores” que perros, y eso que hay muchos
más perros que antes.
Surgen por
doquier los “educadores caninos” formados de múltiples formas, con diversos
criterios, con diferente calidad, en muy diferentes tiempos…
Surgen por
doquier también incluso lo que deberían ser, a mi entender, adiestradores
altamente especializados en tareas como la de entrenar perros de ayuda social. Lejos
de hacerlo como una especialización, lo hacen sin pasar previamente por una
formación seria, digna y profesional en adiestramiento canino base y, posteriormente,
una experiencia en ello antes de esa formación especializada.
Un
adiestrador que haya tenido una formación base de UN AÑO tiene los
conocimientos BÁSICOS para empezar a trabajar GUIADO por un profesional con
experiencia. Así es como lo veo yo. Con un año de estudios prácticos y teóricos
adquiere la base, pero entonces tiene que empezar a aprender con la experiencia
del trabajo diario y con la guía de sus maestros porque se va a encontrar con
casos muy complejos. Esto es así en otras profesiones reguladas o con formación
reglada. Y por cierto, no todo el mundo sirve para esta profesión al igual que
yo no sirvo para otras muchas.
Por supuesto,
esta persona recién formada no está aún preparada, como digo, para empezar a
aprender lo que considero “especialidades”, como lo es el entrenamiento de
perros de asistencia. Y no sólo eso… también especialidades deportivas como el
Agility requieren de unos conocimientos técnicos y experiencia para el
entrenador porque, de lo contrario, estaríamos haciendo el “chapuzas” con
riesgos añadidos para los perros. Yo soy adiestrador profesional desde hace 25
años, y por supuesto he practicado algo de Agility y tengo amigos que son
especialistas en esta modalidad; tengo conocimientos técnicos y experiencia para
el entrenamiento de perros pero no en esta especialidad, así que no tendría la
desfachatez de abrir un club de Agility a no ser que otra persona fuera la
entrenadora o que yo me formase adecuadamente. Yo no soy entrenador de Agility.
Sólo dos cosas me podrían llevar a creer que lo soy: la ignorancia o la cara
dura.
Con falta de
regulación en formación, todo el mundo se lanzó a formar supuestos
profesionales. Aquellos adiestradores que no tenían clientela suficiente
decidieron formar a otros adiestradores para sacar dinero. Lo más alucinante es
que los alumnos no tuvieron vergüenza en ponerse a formar a supuestos
profesionales en vez de empezar a aprender con su trabajo. ¿Qué formación
pueden estar recibiendo esas generaciones de “adiestradores” o “educadores
caninos”? Auténtica formación basura. Siempre lo digo… hasta que no tuve muchísimos
años de experiencia no empecé a trabajar como profesor para adiestradores.
Los particulares
que requieren ayuda profesional llaman a un adiestrador sin saber nada de todo
este asunto… y se les presenta en casa una persona sin experiencia con una
formación basura, formada por otra que también tenía formación basura y nula
experiencia, que a su vez había sido formado por alguien sin escrúpulos… Y así
llegamos a lo más chistoso: muchos de mis clientes particulares tienen muchos
más conocimientos que estos supuestos profesionales. Y esto sí que me resulta
BOCHORNOSO.
He llegado a
leer un mensaje de este tipo: “¿Por qué no te haces el curso de
educador canino en vez de llevar a tu perra a educar?”.
O cuando una
persona me dijo: “¿Eres adiestrador? Yo también tengo el curso”.
¿¡Qué curso!?.
No hay cosa que más me indigne y asquee.
Imagino esta
situación: “Necesito hablar con un psicólogo porque mi hijo bla bla…” a lo que le
responden: “¿Por qué no te sacas Psicología y matas dos pájaros de un tiro?”.
Más aún, la
correspondencia real es la siguiente. Atención a la lectura: una persona que
tiene unas dudas con su computadora decide que es mejor hacerse informático
directamente. Una vez terminados sus estudios, no ejerce como informático sino
que directamente monta su propia academia y se pone a formar informáticos
profesionales, que rápidamente formarán a otros. Esto es exactamente lo que
está pasando con el adiestramiento canino. Y además le dan un título
supuestamente profesional y la formación la recibe en un tiempo variable que
puede ir de cinco días, a tres meses, seis o nueve. Depende del mercado y de
las necesidades de quien lo imparte y de las exigencias de los alumnos que,
como pagan, van con el aprobado por delante.
Estamos ante
una verdadera burbuja especulativa de la formación profesional canina.