miércoles, 16 de diciembre de 2015

RUFO, DE OVIEDO


En algunos lugares hay perros que marcan el corazón de la gente. Eso dice muchas cosas buenas de la cultura de estos sitios, de su gente. Y del perro, claro. 
Rufo fue el perro de Oviedo. Ya había habido un Rufo querido por todos y adoptado por una persona que tenía una tienda en el centro y se encariñó con él. Después apareció otro perrín y se le llamó también Rufo. Rufo II, realmente. Nuestro protagonista, ya. 

Rufo, Rufo II, fue un perro vagabundo, libre, propiedad de nadie pero de todos. Seguramente fue abandonado vilmente por alguien que no le quiso en el año 1988. Fue más que querido, amado, por los asturianos de la capital. En los inviernos, se refugiaba en cualquier lugar porque en todos los lugares se le permitía. Todos le alimentaban. Vivía en el centro, en la zona del Parque de San Francisco, la zona de la Catedral, el Fontán... y su comportamiento era ejemplar. 

Rufo se presentaba en todos los acontecimientos sociales que había en la ciudad, y se acercaba a ver los partidos de fútbol, las obras de teatro e incluso la entrega de los premios Príncipe de Asturias. Era muy sociable. 

En esta foto sale como espontáneo delante del alcalde y políticos en 1990.  

En una ocasión fue recogido y llevado a la perrera municipal y toda la gente se manifestó en la calle exigiendo su liberación. Supongo que nadie lo adoptó personalmente porque era un perro libre, y así lo quería él y así lo respetaron todos, y era un perro de todos, no de nadie. Acompañó libre al pueblo en manifestaciones, fiestas y charangas. 

Alguno se lo llevó a casa alguna vez, ocasionalmente, antes de darle a elegir de nuevo su libertad, para lavarle y ofrecerle algún banquete además de cama caliente. De hecho, el Ayuntamiento de Oviedo se responsabilizó e hizo cargo de vacunarle, desparasitarle y asearle regularmente así como de velar por su salud, permitiéndole vivir en libertad. 
Rufo se hizo viejo en las calles de Oviedo. Cuando estaba viejín, se le tuvo que hacer una petición formal al Alcalde para poderle ofrecer un hogar y cuidados aptos para su estado, así que se le llevó a un albergue canino donde vivió con mucho cariño, libre, y con otros perros, sus últimos tres años, muriendo allí el mismo día que se celebraban las fiestas de Oviedo, el día de San Mateo de 1997, el 21 de septiembre. 
De Rufo se escribieron cuentos y hasta una película, cuyo casting se ha hecho recientemente. También se han hecho esculturas, como esta: 
y sobre todo la que se colocó en la calle para recordarle para siempre y que quien no le hubiera conocido, se interese por su historia. Un recuerdo bonito que dice mucho de las personas y de la ciudad de Oviedo. 


Esta estatua se pidió por parte de la gente al Ayuntamiento. Se creó una asociación de amigos de Rufo, se recogieron miles y miles de firmas pidiendo la estatua en recuerdo de Rufo, la gente donó el dinero, colaboraron empresas e instituciones (aquí se ve cuáles) y cuando se consiguió todo el dinero, el restante se donó a refugios. La estatua se inauguró finalmente el día de San Mateo, 21 de septiembre de 2015, exactamente 18 años después de que faltara Rufo. Allí estuvo el impulsor de la iniciativa, Manuel Calvo, la escultora, Sara Iglesias, y los concejales. 
Alguien que compartió muchos ratos con Rufo... 

Rufo delante de Galerías Preciados, en la calle Uría, delante de donde ahora se levanta su estatua.